El sueño dorado de los peces

“Una mujer no sabe mirar. Sólo ve sueños.” Independientemente de las interpretaciones que puede suscitar esta frase de Julio Cortázar, epígrafe de la primera parte del poemario Casa del sueño (IMAC/ Gíglico Ediciones, 2006), me parece aplicable a una mujer en particular: Elizabeth Cazessús, nacida el 28 de agosto de 1960, en Tijuana, Baja California, donde su familia llegó, según ella misma cuenta, como tantas familias de clase obrera para sumarse a los millones que han fundado una tradición de emigrantes. Eligieron, sin embargo, quedarse de este lado, junto al mar, donde su padre ejerció el casi extinto oficio de telegrafista. Poeta de vena marina, aprendiz de sirena, se desenvuelve Elizabeth en el territorio del sueño como pantera en la selva, proclive al peligro pero ajena al miedo: “(…) Escribo lo que los peces sueñan/ mientras enjuago en esta habitación/ las formas del silencio y de la luz” (“Mares del sueño”, Casa del sueño, p. 14).
Naturalmente, la Tijuana que Elizabeth conoció de niña, donde todavía era posible recoger conchas marinas y detenerse a escuchar los susurros de su interior, ha sufrido una transformación radical aunque paulatina, y la poeta lo atribuye a una crisis de los valores éticos. “Las noticias hacen aparecer la criminalidad –ejercida por familias enteras que han optado por el dinero fácil- que se padece en la región como algo de generación espontánea, cuando siempre ha estado ahí: Se ha generado tal clima de impunidad a estas alturas que el enemigo ya puede ser el vecino, el señor que esta comiendo frente a ti en un restaurante, el amigo o conocido. Vivimos sin identidad porque entre la marea de la mafia que anda haciendo ajustes de cuentas, la AFI, que persigue a los sicarios y los sicarios persiguiendo a los policías, y los servidores públicos que traicionaron al narco; pandillas de jóvenes que aprovechan la incapacidad de los policías y el caos; drogadictos y exconvictos, yonqueros contratados para arreglar carros, son parte de la bola que ni se supo quien es quien. Lo único que nos salva como ciudadanos es la esperanza de seguir haciendo las cosas bien a pesar del clima tan desesperanzador que estamos viviendo.”
También, pudo haber dicho Elizabeth Cazessús, nos salva la poesía. La poesía, en su caso, es la pecera que resguarda a la sincera de verse salpicada por la maldad cotidiana, aunque su carácter onírico se remonta a mejores tiempos. Elizabeth “sueña” sus poemas, la voz de su subconsciente, o de algún remoto poeta marino, se los dicta como a sus ancestros y los versos se repiten con insistencia de susurro entre los dientes...hasta que la poeta se levanta a verterlos en el papel. El precio a pagar por el poema, por el sueño, es despertar en la pesadilla de un mundo actual donde los niños ya no sueñan con ser astronautas o bomberos, sino narcos: “Como maestra me preocupa la herencia que se les esta dando a los niños en educación, la descomposición social que se esta viendo de manera tan atroz.”
Pero Elizabeth consigue atrapar al sueño, capturarlo como a un pez a la red y hacerlo brillar entre sus manos diminutas y morenas. Morena y delicada. Juega primero con el pelo largo. Luego se alborota unos rizos cortos mientras reproduce el lenguaje del origen: el del mar. Se proyecta niña en su poema “Algo más sobre la muerte del mayor Sabines”, cuya lectura sería interrumpida de continuo por su padre… lávame la ropa… hazme de comer… ese padre que terminará culpando a su madre por “la locura” de su hija, siendo que la madre no quiere tampoco palabras para su hija, sin entender que su hija está hecha de las mismas. Esto orillaría a la incipiente poeta a quemar papeles primerizos que considera culpables de la disputa conyugal donde su nombre ya suena a necedad, a tontería, a locura: “He pactado con la muerte devorada por la poesía/ Ella cala mis huesos/ Se ha ido quedando conmigo paro a paro/ Me ha abierto los ojos/ Callada, juega con mi vida/ Resurge como un estruendo soterrado de pasión/ Ilumina con su magia las honduras que habitan el/ Corazón.” (Casa…, p. 53).
“La poesía, narra la poeta, brota en mí como una fuente de lo oscuro e inexplicable –prosigue la poeta con ojos puestos en un sueño demasiado alto-. Una vez alrededor de los 10 u 11 años, meditaba en la escalera que llevaba al jardín, acompañada de una pequeña libreta donde escribía y hacía dibujos. Me preguntaba ¿quién soy yo? Y se me ocurrió escribir soy una sorpresa en la ventana cosechando palabras y silencios…Yo misma no lo entendía del todo pero me causó una alegría inusitada. Se me ocurrió buscar a mi madre en el cuarto de planchado y le mostré lo que acababa de escribir. Ella se me quedó mirando de manera dudosa, entre sorprendida y angustiada, como si algo en mí amenazara su seguridad. La incredulidad de mi madre determinó mi actitud ante la escritura, seguí escribiendo solo para mí, con una cierta timidez, avergonzada.” En la escuela, Elizabeth no tardaría en hacerse la ambivalente fama de “la que habla bonito” y “la loquita”, logrando alternar exitosamente la escritura clandestina con el bolibol y sobresalir en ambos campos. No imaginaba entonces que empezaba a construirse la pecera donde se refugiaría de la violencia desatada de la codicia y la avaricia de quienes nunca conocieron la Poesía.Aunque personalmente es de una dulzura que lo rompe a uno, su poesía remite a la soterrada de una ola. Fragilidad que se estrella contra palabras demoledoras que vuelan en pedazos, desperdigando trozos de la poeta misma… jirones de ropa, mechones de pelo… música atrapada en conchas marinas tan brillantes, tan ajenas a quien no se ocupa ni en triturarlas. Afirmar que ella forma olas rebasa la mera metáfora: su sincopado vaivén invariablemente nos la remite, dulces a veces, terribles otras… casi siempre dulces y terribles. Autora de varios libros de poesía, Ritual y canto (1994), Mujer de sal (2000), Huella en el agua (2001), Casa de los sueños y Razones de la dama infiel, Elizabeth es más reconocida por sus espectáculos poéticos multimedia, nutridos por su propia ola, ola que la habita y se ha vuelto una sola con ella. Todo lo anterior no significa que haya adoptado un papel pasivo. Elizabeth Cazessús es de las principales instigadoras del llamado Atentado Poético: “Mi poesía –dice -refleja esa tinta que corre por las calles. Tengo un poemario inédito nuevo con el tema urbano que yo no había tratado con ese enfoque y con el tema de la violencia. Desde que organicé el Atentado Poético en la frontera empecé a escribirlo. No lo puedo evitar. Con la ciudad tan colapsada por la violencia, está saliendo mi ser rebelde, inconforme por la situación de injusticia e impunidad. Ya no soporto ese chantaje político y politiquería de marketig, y como dice H.G Wells: “La publicidad se compone de mentiras legales”. Lo que dio en llamarse Atentado Poético, fue un acto poético-subversivo en el que un grupo de poetas y artistas tomaron las calles de Tijuana para protestar, a su manera, contra la violencia y la inseguridad y tuvo lugar en el muro fronterizo donde, de un lado y de otro, poetas de acá y de allá intercambiaron versos a través de megáfonos. Por unas horas, la poesía fue noticia que opacó a la nota roja.
Pero mucho más que actriz de sus propios versos, se transforma en sacerdotisa del verso cuando por asalto toma un escenario. Un escenario que puede ser prácticamente cualquier rincón penumbroso de un bar, qué más da. La voz poética de Elizabeth Cazessús no es, en realidad, una sola: es un coro de voces femeninas, las mujeres que la habitan, madeja de sirenas que, más que caracterizar, simbolizan la profunda esencia de la feminidad. Una feminidad lacerada hoy más que nunca. Como cuando, sacerdotisa de Inana, primera poeta sobre la tierra, origen de toda poesía y todo fruto maldito, clama: “Jugábamos con letras de cal/ para ver su en el agua revivían,/ trozos de un país perdido,/ lagos y lagunas/ que alimentaban la lluvia de la ausencia,/ caligrafía blanca de las costas (…)” (“El sueño”, Huella en el agua, IMAC): “Después de las 3 de la mañana, continúa la poeta, ojos salados, y al dictado entre sueños empecé a tallerear los que serían mis primeros poemas formales. Obviamente seguí haciéndolo de manera oculta pues tenía miedo de que me juzgaran loca. Sentía cierta incapacidad de razonarlo de manera coherente y esto representó un gran misterio con esbozos de magia para mi vida en general. Mi intuición me devolvió la voz y surgió de nuevo la poesía: ya no podía detener el río de palabras que asomaban como tumulto del sueño sosegado.”Mujer. Agua. Poesía. Génesis. La vida parte del agua, la mujer es agua y la poesía es la mujer hecha palabra: Inana. La mujer, parece decir Elizabeth, viene del agua y al agua vuelve, una y otra vez. Irremediable destino. No es casual que la Venus emergente de la espuma del mar sea el icono occidental de la feminidad. La poeta, pues, se remite a los aspectos simbólicos, más que a los mitológicos, mujer origen y memoria del mundo. Su escritura parte del legado ancestral transmitido de hija en hija: “Algún día voy a nacer pez en el agua/ Por si acaso no me encuentras (…)” (“Espejos de sal”, Casa…, p. 18).
Elizabeth visualiza al mar como un inmenso sexo femenino, contumaz paridor de peces. La mar, en femenino, hembra rabiosa de soledad y de sangre que arrasa la sal del universo para sanar su herida primigenia que, por hoy, abarca el corazón de una nación. La mirada, dice Elizabeth en algún poema, tiene por lecho el quebranto del agua y, como la mar, la poeta es consciente de que la respuesta a sus preguntas es el silencio. Ese silencio posterior al parto y no al de las balas. Así pues, vuelta sincrónico canto de sirenas, interpreta las palabras del silencio, mismas a las que azuza: “Mírate solo, las palabras son espejos…” (“No pidas mañana al amor”, p. 47). La mar tiene un lenguaje de preguntas que la poeta explicita con nitidez y sin embargo no pretende responder, más aún, hace de ellas sagrados galimatías: “Los peces sedientos se arremolinan/ Reinventan universos/ de un mar que se atesora entre las letras” (“Habitaciones”, Casa…, p. 23). Ese lenguaje de preguntas se traduce en susurros de sal que inevitablemente nos remontan a aquella otra mujer cuyas dudas quedaron saladas, mudas en su boca: “La ciudad de sal”, /-en medio del desierto de Tombuctú-, /desposeído y abandonada, / como a la mujer de Lot/ es tu eco entre la brisa/ que escampa.” (Mujer de sal, Editorial La rebelión de las Musas, núm. 5, p. 37).
La mejor manera de ya no callar, que no es igual a quebrantar el silencio (el silencio forma parte de nuestra naturaleza acuática), es romperse en olas, dice la poeta… escribir, ese acto que junto con el parto emparienta a la mujer y a la mar. En la poesía de Elizabeth Cazessús el acto de escribir está íntimamente vinculado con el parto y la maternidad; acto tan amoroso como violento. Ambas experiencias, escribir y parir, fruto del gozo y desencadenadoras de dolor, frontera entre Eros y Tanatos, se desdibujan como poema escrito en la arena, condenado a ser lamido por la mar: olvido de agua. La maternidad, en la poesía de Elizabeth, es un redescubrimiento del propio cuerpo, generador de asombros, ergo: escritura: “Líquido mineral diluvio de letras/ Fuego creador sobre la fronda del manzano/ Eva quien nos hereda el logos del silencio (…)” (p. 45). La escritura es la ruptura de la escribiente con el mundo, manifestación física de su rabioso no querer estar. El parto es, asimismo, ruptura, desmembramiento, grito y silencio. La maternidad es representada como ritual que concierne exclusivamente a la madre y a la hija, aisladas por su facultad de brindar vida del resto de los mortales, centro del universo, compenetradas en un silencio contemplativo de íntimo lenguaje: “(…) Y los ojos de una niña me miran/ Como el fauno a su madre/ Desde el coral profundo de sus órganos latente: / Mineral/ Vegetal/ Humano/ En abrazo del agua sostenido/ Dos cuerpos cohabitan en el desierto rutilante del/ universo.”
Bien dice el escritor Gabriel Trujillo que, más que poeta, Elizabeth Cazessús es artesana de dioses que mira en la cartografía del propio cuerpo las huellas gozosas de su itinerario: “Nada hay de ambiguo en su poesía. Y es que Cazessús reconoce que escribir es una apuesta de la que nadie sale indemne.” Por ello, en su obra poética, no puede faltar la confesión de la mujer infiel, de la que es infiel por fidelidad a sí misma y a su capacidad de amar y de sentir, como en Razones de la dama infiel (Gíglico Ediciones, México, 2008), el más gozoso de sus libros, donde los arquetipos de la Karenina y la Bovary dan paso a los de Anäis Nin y Erica Jong, autoras de carne y hueso e infieles confesas, aunque invoque también a la Penélope contemporánea por antonomasia: nuestra Rosario Castellanos… y, con mucha mayor insistencia a Sor Juana Inés de la Cruz, ejemplo de fidelidad a sí misma. La Dama Infiel realiza una hazaña inversa a la de Penélope, lo cual, sabemos ya quienes lo hemos perpetrado, resulta menos cansado y hasta relajante: desteje hábilmente la colcha que se llevó, entre otras cosas, sus anhelos de esposa joven e inocente. Como diciendo: al diablo, estoy harta de volver a las mismas hebras desgastadas y descoloridas. Dicho por la propia Elizabeth: “(…) Le dejaré el camino libre a Medea/ para que siga creyendo/ que es la única y la primera/ mientras Jasón siga haciendo de las suyas.” (“Medea y la otra”, p. 69).
La dama que aquí expone sus razones para ser infiel, deja claro que es mucho más fuerte su deseo de romper con un arreglo social que la reprime y la frustra. La suya es más rebelión que arrebato místico (caso Bovary) o subyugación por el bigote (caso Karenina). En su pecado lleva no la penitencia, sino el desprendimiento de sus grilletes ancestrales. La visión de la diaria sábana inmaculada, tendiéndose en el aire como un fantasma para a continuación caer sobre el bendito lecho conyugal con precisión matemática, produce en la dama reflexiones como la siguiente: “Siempre se llega virgen al amor/ esculpiendo en el aire/ las palabras imprecisas, / los ardores adolescentes. / Los amantes amanecen/ como animales recién nacidos.” (“Natura y sexo”, p. 95).
A la dama la acompañan las mejores intenciones: está cansada de que se le quiera graduar de madrecita santa; de que se la crea asexuada, sin jugo lascivo entre las piernas: seca para el mundo. Ni en la Biblia se halla. Los Diez Mandamientos ni siquiera le otorgan jerarquía de sujeto: “No desearás la mujer de tu prójimo”. Nótese: no dice “a la mujer de…”, sino “la mujer de”. Situándola por debajo de la casa del prójimo, en un nivel apenas superior al del buey, el asno y la nada. El Decálogo ni siquiera considera la posibilidad de que esa mujer revuelta con la casa, el buey, el asno y la nada sea un ser viviente y deseante, capaz de desear al hombre (o el hombre) de la prójima, tampoco aludida… ya no digamos su casa, su buey, su asno y su nada. Un dios tan generoso, está convencida Elizabeth Cazessús, no hubiera creado personajes tan patéticos como la abuela sacrosanta, la suegra que no sale de la sacristía (habría qué preguntarse, mal pensada que es una, qué tan atractivo será el sacristán)… un dios cómplice de la Mujer, y que la Mujer ha de inventarse acaso diosa, la ha dotado, en cambio, de palabras para inventarle un lenguaje a su muy particular deseo: “¿Cómo quieres que te ame/ en medio del caos?/ Si te nombro padre, huyes. / Si te llamo esposo, me consumes, / y si te digo amante amigo/ no concibes el lecho/ donde duermes con tu sombra.” (“La Trinidad”, p. 46).
La obra poética de Elizabeth ha sido incluida en las antologías Across the line (Junction Press, 2003) y en la trilogía de poetas de Hispanoamérica, Pícaras, místicas y rebeldes (2004). Radica en su natal Tijuana, es madre de dos hijos adolescentes, se dedica al periodismo cultural y a dar recitales de poesía visual: “En general creo que los poetas del norte (específicamente de Baja California) hemos surgido como los (no profetas) poetas del desierto , dentro de una realidad determinada por la geografía y como una metáfora determinada por la ironía de la vida; pues nos hemos hechos solos sin ninguna tradición regional y lejos de las bondades de la tradición literaria del centro- sur de México. Súmale a esto la problemática de género, frente a la condición de la mujer, y la división de grupos culturales antagónicos en el mismo estado de B.C. En Tijuana, sin escuela de humanidades hasta finales de los ochentas etc. Ante esto no se que ha sido más fuerte si la indiferencia, la orfandad o la negación.”
Poemas inéditos de Elizabeth Cazessús

Incluido en su libro de próxima aparición No es mentira este paraíso








XIX
La mujer es la cuna del tiempo y la luz
pervive en el beso del esperma salino
sembrado en el mar, estela de fuego
Beso de sal inscrito en toda historia de amantes
en cada sueño obstinado y lejos de las manos.
XX
Amanezco insomene y salvaje
dominada por la marea que se aremolina en el pasado
Cultivo esta historia como gotas de un mar extinguido
agridulce néctar del sexo
Muero por vehemente y con vehemencia resucito
Resucito en páginas esculpidas por palabras
que jamás renunciaron a sus abrazos y credo
ritualy oficio
Condenada por la heredad del fuego
el mar me consume en su danza
Yo no soy la ola que sacrifica su cabeza
Soy la lengua que multiplica los peces en tu boca.


Los rehenes

…el viento del crimen a la altura del delirio.
Rodolfo Hasler

es la hora de escribir un poema acerca del mundo
de diagnosticar las formas en que amedrenta
con su odio y deslava el rostro de la sinrazón
justificándose con mil malabares políticos

es hora de escribir que estamos al acecho
de ladrones, gangsters, capos del poder y la avaricia
controlando la libertad, el deseo y la zozobra
y la mezquina relación con la entelequia

es hora de callar lo escrito
aquello que no tiene razón en la sobremesa
congestionadas las entropías mediáticas
ante verdades telúricas y tan llanas

es hora de nombrar en lo oscuro
la intima ejecución de los días
la denuncia, el porvenir y la esperanza
con un silencio atroz que no deje dudas

es hora de contar metrallas, muertos, a los que corren
de ver la película en las calles y al desnudo
dilucidar acaso en la espesura
de ciertas e inexplicables densidades

es hora de escribir un poema acerca del mundo
de éste y no del otro bordado de metáforas
ya no podemos escapar, no hay letras de salva
somos rehenes de la impunidad que nos cohabita.

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Poema sacrificial

En mi calidad de especie humana
puedo seguir viviendo el dolor
de los holocaustos entre las letras
La historia de las dictaduras
El golpe del alma sobre el pavimento
al caer el paso del indigente

Puedo y sin lugar a dudas que puedo
lo han demostrado los testigos
los cómplices
la familia de poetas
que siguen reescribiendo lo mismo
acerca de la orfandad, la patria, el abandono

Seguramente que puedo mostrarme
con mi máscara de sacrificio
de gangster, exterminado
de paria e infiel
de masoquista y alcohólica
cobarde o violador

Seguramente que puedo
dramatizar el más oscuro desvelo
la ciega devastación del universo
la escalada estrepitosa de los precios
el desgaste del agua
la luz y la gasolina
el abuso de la sangre y el petróleo

Seguramente que puedo
mentir con la misma frecuencia
seguir promoviendo un injusto
sistema arancelario
volver a recordar las torturas
a los perseguidos en la frontera
prófugos muertos en el desierto
de un país incivilizado y con mucho olvido

Puedo ser testigo de la avaricia y la corrupción
del neoliberalismo sin libertad
volver a repetir la historia de Caín y Abel
seguir llorando lágrimas de sangre
Es posible y verdad, no insistan, si puedo
trascender los fracasos del amor
a pesar de todo y de todos
seguir filtrando por mis entraňas todos los estertores
los gritos por cada célula
y eso que se llama esperanza
única palabra vibrando en la canasta de Pandora
pero a estas alturas pido basta!
a tanto pasado muerto
a la escalada de miserables
con licencia
a la guerra de sol a sombra

sol asombra

sola sombra

sola

sol

aaaaaah!







Vientos del Norte

Se nos ha ido adelgazando la piel
el abismo se abre al roce del aire
aparecen todos los infiernos
creados e inventados en las calles:
latrocinio y desigualdad
el feroz desencanto de la avaricia
la desesperanzada impresión de lo imposible
el sustrato de la impotencia
consignada por el llanto
ambivalente el deseo y el instinto
de sobrevivencia acallado.

El mundo ha cobrado su factura de gigante
y nos aplasta cada amanecer
las noticias dejan sus huellas imborrables
los deshielos del alma son comprobados
en cada muerto
en cada cabeza cercenada
en cada niño eviscerado

Vamos hacia el colapso urbano
donde convergen todos los fantasmas
No hay nada que nos salve
El viento toma nuestra piel
como si fuera papel cebolla
donde solo se registra
su vagido inoportuno.



Publicarán Cinco Nuevas Ediciones de Autores Bajacalifornianos
“Vianka Santana, Pablo Jaime Sainz, Gabriel Trujillo, Elizabeth Cazessus y Roberto Castillo, los Autores”
Por: Paco Zavala
Inicia 2009, con excelentes noticias para las gentes que se dedican a cultivar el arte de las letras, el Centro Cultural Tijuana después de un análisis a conciencia de veintidós obras presentadas para su dictamen, ha tenido a bien determinar que las obras: “Patrimonio en la tierra encantada” de Vianka Santana (novela), “Crónicas chúntaras: la música de la plebada” de Pablo Jaime Sainz (crónica), “Gente de fronteras: Personajes memorables de Baja California” de Gabriel Trujillo Muñoz (crónica), “No es mentira este paraíso” de Elizabeth Cazessus (poesía) y, “Nuestras vidas son otras” de Roberto Castillo (reunión de poemas), son las que merecen ser publicadas.
Todas las obras seleccionadas, de 22, son de primer nivel, de acuerdo con la perspectiva del Comité dictaminador integrado por: Anamari Gomis, Francisco Alcaraz, Elizabeth Moreno, María Rivera y Luis Santillán.
Tuvimos la oportunidad de charlar con la emocionada poetisa bajacaliforniana, Elizabeth Cazessus, considerada una de las mejores plumas de la Baja California y seleccionada para esta publicación con una de sus obras y nos dijo lo siguiente:

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Elizabeth Cazessus, poeta mexicana.


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P.- ¿Aparte de escribir poemas, que otra actividad desarrollas en la actualidad?
R.- Doy clases como maestra de primaria y realizo talleres creativos de escritura y redacción; esto siempre me ha permitido estar en contacto con la gente. Mis alumnos son el termómetro de la vida social que vivimos actual.
P.- ¿Podrías sintetizar tu biografía?
R.- Provengo de una familia eminentemente bajacaliforniana, con residencia en Tijuana desde 1947, proveniente de la Baja California Sur, me siento cabeña. La vida me ha concedido dos hijos, hombre y mujer. Amo con todo mi fervor a esta tierra peninsular. Mi poesía es reflejo de desierto y mar. Viajo constantemente por tierra y por mar. No sé si podría vivir mucho tiempo lejos del mar.
P.- ¿Aparte de este poemario “No es mentira este paraíso”, has escrito otros más?
R.- Si te refieres a libros publicados, mi primer carpeta la hice en un viaje a la Sierra Madre Occidental: “Ritual y Canto” (1994), “Apuntes antes de dormir” (1995), “Tres veces tres” (1997), “Huella en el agua” (2000), “Casa del sueño” (2006) y “Razones de la dama infiel” (2007). Además tengo material inédito, que consta de libros completos que aún no he publicado.
P.- ¿Cuál es tu concepto personal vinculado al tema poético actual?
R.- Actualmente la poesía es un campo abierto a cualquier temática y situación geopolítica. La diversidad en todas sus formas, incluyendo las tecnológicas y el espacio virtual. La poesía siempre ha sido una puerta al pensamiento crítico.
P.- ¿Tienes en mente alguna inquietud a la que desees atender en un futuro?
R.- Yo no puedo hablar de un futuro, al menos que sea ficción, pero la ficción no es el futuro, solamente es una forma más de manejar el tiempo y el lenguaje.
P.- ¿Para ti, cuál es la importancia de este tu poemario?
R.- Independientemente de que pueda aparecer la crítica o no; para mí este mi libro de libros, todo lo que antes busqué en los anteriores, “No es mentira este paraíso”, es una afirmación con el lenguaje mismo, con el acto de escribir, alimentado de la lectura y la vida de mis autores favoritos.
P.- ¿Cuántos poemas incluyes en este poemario, de cuántas páginas consta y cuenta con ilustraciones incluídas?
R:- El poemario está estructurado en 6 temas: “Desde la niebla”, “La palabra”, “Enediana”, “No es mentira este paraíso”, “Instinto de ingravidez” y “Naturaleza de los amantes”. Más que ilustraciones me gustaría grabar un CD. con el poema de Enediana, con algunas imágenes en video, para una lectura musicalizada. Es el poema más largo, del libro, el tema de la diosa (20 páginas). El libro consta de 60 páginas, creo que se puede jugar mucho con esta lectura.
P.- ¿Crees que la poesía represente un elemento de comunicación?
R.- Por supuesto, la poesía es la madre del lenguaje, vive en la naturaleza de los cuerpos y para los ojos que la quieran ver. Es una fuerza milenaria y, como oficio el poeta está dedicado a vivirla y reencontrarla.
P.- ¿Los poetas cómo se inspiran para realizar sus creaciones, su base cuál es?
R.- La inspiración sin conocimiento del lenguaje puede llevarte a la cursilería y a los deslices fáciles del pensamiento, incluso a los condicionamientos emocionales, ñoñerías y clichés escriturales.
P:- ¿Qué es lo qué esperas de esta publicación?
R.- No tengo expectativas hasta entregarlo a los lectores. Espero que les guste, que lo amen como yo, que vayan a la presentación, que se lo quieran llevar a su casa para leerlo y disfrutarlo. El libro como objeto tiene que reflejar su perfil, su personalidad, su encanto.
Así concluye esta pequeña entrevista.
Ahora bien, en pocos días estarán estas cinco publicaciones editoriales en el mercado.

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